“Capítulo 2: Los contenidos de la
enseñanza”
Históricamente,
la enseñanza ha sido considerada en el sentido estrecho de realizar las
actividades que lleven al estudiante a aprender, en particular, instruirlo y
hacer que ejercite la aplicación de las habilidades. Los nuevos estudios se
enfocaron en la enseñanza para la comprensión, la cual implica que los
estudiantes aprenden no sólo los elementos individuales en una red de
contenidos relacionados sino también las conexiones entre ellos, de modo que
pueden explicar el contenido de sus propias palabras y pueden tener acceso a él
y usarlo en situaciones de aplicación apropiadas dentro y fuera de la escuela.
Como
afirma Gimeno Sacristan (1996) “sin contenido no hay enseñanza cuando hay
enseñanza es porque se enseña algo o se ordena el ambiente para que alguien
aprenda algo.” Esta afirmación parece obvia para cualquier docente, todos
enseñamos contenidos; sin embargo, en la práctica parece que ésta no es una
preocupación de la mayoría de los docentes.
Se puede afirmar que estamos convencidos que para enseñar un saber basta
con saberlo y no es necesaria ninguna reflexión adicional. Habría una pregunta
por hacerse: ¿los saberes se modifican cuando se organizan para enseñarlos, o
siguen siendo lo mismo?
De esta manera, parece ser que no
existiera relación entre lo que se enseña y la manera como se enseña; sin
embargo, entre el qué de la enseñanza y el cómo de la misma existen estrechas relaciones:
si un docente no tiene claro qué es lo que pretende enseñar, es poco frecuente
que se pregunte acerca de cómo lo va a enseñar; esto no deja de lado que la
manera como se enseñe un contenido transforme el mismo; en síntesis se puede
decir que el ¿qué? y el ¿cómo? de la enseñanza son dos preguntas que están
aparejadas.
El tiempo en el aprendizaje es muy
importante en muchos sentidos. Las
personas aprenden desde que nacen hasta que mueren. Lo primero para educar a
otros es haber vivido antes que ellos, es decir, no el simple haber vivido en
general, sino haber vivido antes el conocimiento que desea transmitirse. Por lo común los adultos y los viejos poseen
este requisito frente a los muy pequeños, sobre todo en las sociedades más
apoyadas en la memoria oral que en la escritura, pero la sabiduría tiene su
propia forma de temporalidad y la experiencia crea un pasado de descubrimientos
que siempre podemos transmitir a quien no lo comparte, aunque sea alguien en la
cronología[1]
biológica anterior a nosotros.
Al final de cuentas todos somos
maestros, solo que unos enseñamos en las aulas, otros enseñan en los hogares,
otros en los medios de comunicación y otros en la calle. Los maestros que están
en las aulas se dedican a instruir diferentes materias a los jóvenes, pero no
pueden enseñarles las experiencias de vida de sus padres, si acaso las propias
que pueden ser muy diferentes.
Los
padres de familia son maestros en los hogares que dedican parte de su tiempo a
enseñar a sus hijos lo que a su vez les enseño la vida, pero no pueden instruir
toda la ciencia, tecnología, valores e historia que comprenden las materias
cursadas en la escuela.
Los
maestros que están en la calle, la gente que conforma la sociedad, enseñan con
su comportamiento los usos y costumbres de la ciudad, del pueblo o de la
pequeña comunidad, pero no pueden enseñar lo que los padres de familia enseñan
a sus hijos, ni tampoco lo que instruyen los profesores en las escuelas.
Los
que están en ese medio poderoso que es la TV informan y forman opinión, pero no
pueden enseñar lo que instruyen los demás maestros, aunque igual influyen en la
educación. La suma de toda esa gran variedad de conocimientos y actitudes de
los maestros que están en las escuelas, en las casas, en la calle, en los
medios de comunicación, y en más lugares todavía, de esta enorme escuela que es
nuestra nación, es lo que vemos en los jóvenes, es lo que entre todos hemos
podido enseñarles.
Por
otra parte hay que aprender a cuestionar lo que nos enseñan y no solo tomarlo
sin reflexión. .El educador
debe estar preparado para aprender a enseñar para enseñar a pensar, y este es
un desafío significativo para la Nueva Educación o Educación Holística. Enseñar
a pensar presupone dejar de lado la sobreprotección hacia el alumno, creyendo
que el docente tiene todas las respuestas para todas las necesidades (afectivas,
cognitivas, etc.) del alumno.
John
Passmore establece las capacidades “abiertas y cerradas” de la educación. Las
“cerradas” son capacidades que cuando alguien llega a saber poner en práctica,
sabe hacerlas completamente y no cabe el progreso. Estas, una vez aprendidas
pierden el interés, aunque siguen conservando su validez instrumental. Las
capacidades “abiertas”, por el contrario, son de dominio gradual (se van
adquiriendo poco a poco) y se van haciendo más sugestivas aunque también más
inciertas a medida que se progresa en su destino del estudio, y nunca estarán
completamente desarrolladas, siempre se podrán mejorar.
Por
todo esto lo importante en la educación es enseñar a aprender y no a memorizar
conocimientos proporcionados por otros, sino a partir de esos conceptos
desarrollar nuestro propio pensamiento y concepto.
Según
el conocido dictamen de Jaime Balmes, el arte de enseñar a aprender consiste en
formar fábricas y no almacenes. Por supuesto, que dichas fabricas funcionan en
el vacío si no cuentan con provisiones almacenadas a partir de las cuales
elaboran nuevos productos, pero son algo más que una perfecta colección de
conocimientos ajenos.
Juan
Delval, opina que una persona capaz de pensar, de tomar decisiones, de buscar
información relevante que necesita, de relacionarse positivamente con los demás
y cooperar con ellos, es mucho más polivalente[2]
y tiene más posibilidades de adaptación que el que solo posee una formación
específica.
La
educación de las personas será siempre la tarea social y humana más
significativa ya que trabajar con la realidad humana para que despliegue todas
sus posibilidades, es realmente planificador. Pues bien en esta tarea de
desarrollar y fortalecer las posibilidades encerradas en el ser humano, la
formación de la personalidad y el desencadenar un proceso que posibilite lograr
adquirir una personalidad propia es un excelente proyecto. No hay persona sin
proceso de formación de la personalidad.
Una
de las principales tareas de la enseñanza ha sido por tanto promover modelos de
excelencia y pautas de reconocimiento que sirvan de apoyo a la autoestima de
los individuos. La autoestima se constituye en la esencia y motor del valor
humano, teniendo en cuenta que solo valorándonos y haciendo un conocimiento
profundo de nosotros mismos valoremos a nuestros semejantes.
La
autoestima abarca muchos aspectos de la vida de una persona, por tanto si esta
no es adecuadamente estimulada, puede truncar a una persona. La autoestima
juega un papel importante en la vida de las personas ya que es el grado de
satisfacción consigo mismo y la valorización personal. Es impórtate el tener un
autoestima formada desde niños, para tener una proyección futura adecuada en el
aprendizaje.
La
figura del docente y su forma de interactuar son decisivas para la formación de
la autoestima del alumno. Depende del grado de autoestima positiva que tenga el
alumno, para que el docente pueda fomentar una autoestima positiva, deberá
poseerla.
Bibliografía
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Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América.
The Free Dictionary. (2007). Recuperado el 28 de 01 de 2014, de http://es.thefreedictionary.com/polivalente.
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